miércoles, 13 de diciembre de 2006

Gadir



Quien se atreve a decir,
que la belleza del atardecer sobre la mar de Gadir,
no tiene rostro.

Solo existe un lugar y un instante,
en que aquellas almas que en su interior
albergan la ternura y la verdad,
quedan alineadas con las fuerzas de la naturaleza,
descubriendo su rostro de bondad infinita.

Sin saberlo capturé esa imagen,
justo en ese tu instante vulnerable,
mostrándose en plenitud tu belleza y paz interior.
En un solo instante se produjo el milagro,
tu alma se alineo con el infinito y mi retina,
mostrando tu verdadera mirada.

Solo entiendo la fuerza de este mar,
por las lágrimas de emoción y dicha,
de aquellos que como yo,
pudieron contemplar tan delicada belleza.

Celos tengo del ardiente sol,
que busca apoderarse de tu piel, y al
que tu complacida, te sometes.

En este mismo lugar,
contemplo los atardeceres de cada estío,
hundiendo mis manos en el frescor de la arena cristalina,
esperando de nuevo el milagro.

Gracias a Alejandro Ruíz por regalarme sus palabras